Manuel Ángel Gómez Cruz, Laura Gómez Tovar y Rita Schwentesius Rindermann.
El dinámico y atractivo mercado de los alimentos orgánicos ha estimulado mucho la reconversión de la agricultura convencional hacia la orgánica. Aunque ésta existe desde el decenio de los años veinte y en los setenta se elaboraron las primeras normas para su producción, no fue sino hasta los noventa cuando empezó a despegar. Más de 80% de la actual superficie orgánica se incorporó a este sistema a partir de los últimos años 10 años del pasado siglo. Este lento despegue se debe a los fuertes apoyos políticos y económicos a la agricultura convencional, la subestimación de las consecuencias negativas de la agricultura intensiva en el uso de químicos y la negación casi generalizada de opciones para la producción convencional.
En 2001 había 16 millones de hectáreas orgánicas registradas en todo el mundo.[1] Los dos países con mayor superficie orgánica eran Australia y Argentina (véase el cuadro 5), con 7.6 y 3 millones de hectáreas, respectivamente. Pero en estos casos se trata de superficies de pastoreo extensivo que en su producción de masa biológica no son comparables con las áreas agrícolas arables.
En Estados Unidos la superficie orgánica creció de 370 000 a 900 000 hectáreas en sólo 10 años. En Europa, el proceso de conversión ha sido mucho más espectacular, gracias a las favorables políticas gubernamentales de apoyo a esta agricultura. Así, la superficie orgánica europea creció de 111 000hectáreas en 1985 a casi 3.7 millones en 2001, lo que equivale a más de 2% de la superficie agrícola total y a 1.5% del total de las granjas (130 000).[2] México ocupa el décimo quinto lugar, con casi 103 000 hectáreas.
Entre los países en los que ha crecido más de 25% por año la superficie destinada a cultivos orgánicos se encuentran Italia, España, Finlandia, Argentina, Dinamarca, Australia y el Reino Unido (véase el cuadro 5). Son siete las naciones cuya superficie orgánica rebasa 5% de su área total cultivada: Liechtenstein, con 17%; Austria, con 8.4%; Suiza, con 7.9%; Finlandia, con 6.8%; Italia, con 6.5%; Suecia, con 5.6%, y Dinamarca, con 5.5 por ciento.
El apoyo gubernamental ha sido uno de los principales motores para la reconversión a la agricultura orgánica en todos estos países. Un estudio sobre la Unión Europea mostró que entre los principales factores para la adopción de este sistema de producción están las muestras de apoyo por parte del gobierno, la remoción de barreras institucionales, el acceso a la información de los productores, así como el interés por parte de los consumidores y la industria de alimentos.[3]
Dinamarca fue el primer país en establecer, en 1987, una política activa de fomento de la agricultura orgánica; Alemania utilizó el programa de extensificación con este mismo propósito y hoy por hoy todos los países de la Unión Europea, excepto Luxemburgo, instrumentan políticas de apoyo a este sector conforme el programa agroambiental de la Unión Europea. Casi todos los países de ese continente otorgan subsidios (pagos) directos a sus productores orgánicos. La Unión Europea apoya a 63 000 empresas en 1.3 millones de hectáreas, con casi 250 millones de dólares.[4]
Otras formas de ayuda a los productores orgánicos por parte de los gobiernos son los apoyos financieros para la inspección y la certificación. En Austria, Alemania, Dinamarca, el Reino Unido, Italia y Suiza se tienen montos específicos para estos rubros (véase el cuadro 6). En países como Finlandia, Francia, Luxemburgo y la República Checa los productores reciben apoyo indirecto mediante las agencias de inspección y certificación o entidades nacionales de certificación que ofrecen costos reducidos a los productores.
En algunos estados de Estados Unidos dos terceras partes del costo total de la certificación las absorbe el gobierno mediante subsidios, aparte de que los productores tienen la opción de elegir a una certificadora estatal que tiene costos muy bajos.
Las políticas de apoyo más avanzadas se instrumentan en Dinamarca, Finlandia, los Países Bajos y Francia, países que han formulado planes de acción para esta agricultura. Los planes suelen tener metas específicas de crecimiento del sector y presentan propuestas dirigidas a resolver los problemas y las iniciativas para lograr la participación de las autoridades locales y regionales y de un mayor número de productores.
No obstante, en algunas regiones los apoyos por superficie han sobreestimulado la producción, con la consecuente sobreproducción y efectos negativos en los precios pagados al productor y la rentabilidad de las empresas.
En el caso de México aún no se cuenta con una política bien definida en la materia, aunque los instrumentos de la Alianza para el Campo se pueden dirigir a la producción orgánica. De contarse con ésta, México podría generar una estrategia sustentable de desarrollo para las áreas rurales del país, ocupar una buena posición en una parte importante del mercado internacional y desarrollar el mercado interno de productos orgánicos. De no atender pronto esta situación, México mantendrá una desventaja competitiva en el mercado mundial y perderá una opción de desarrollo.
Por último, es importante insistir en que la agricultura orgánica, a pesar de sus altas tasas de crecimiento y los apoyos para su desarrollo no va a sustituir la agricultura convencional en un lapso previsible, por limitaciones en la adaptación de las empresas y el bajo poder de compra de estratos importantes de la población. De hecho, la agricultura orgánica ha encontrado un ambiente más propicio en los países desarrollados, donde los presupuestos gubernamentales permiten su fomento. La lenta evolución en las naciones en desarrollo es resultado del retiro de los gobiernos de su función de fomento. Sin embargo, en la búsqueda de opciones de producción e ingreso, la producción orgánica para la exportación a los países con mayor demanda ha sido una alternativa viable.
Notas
[1] Helga Willer y Minou Yussefi, op. cit., p. 24[2] Ibid., p. 69.[3] Nicolas Lampkin, “Organic Farming in the European Union. Overview, Policies and Perspectives”, ponencia presentada en la conferencia Farming in the European Union Perspectives for the 21st Century, Baden, Austria, 1999, p. 4.[4] Nikolas Lampkin et al., “Entwicklung und polítische Rahmenbedingungen des ökologischen Landbaus in Europa”, Agrarwirtschaft, vol. 50, núm. 7, 2001, p. 392.
** El presente texto forma parte de un artículo titulado "México como abastecedor de productos orgánicos" (en formato PDF) . Este artículo apareció en "Comercio Exterior" volumen 53, no. 2; febrero de 2003; pp. 128-138.
Ver artículo original en: http://www.vinculando.org/
En 2001 había 16 millones de hectáreas orgánicas registradas en todo el mundo.[1] Los dos países con mayor superficie orgánica eran Australia y Argentina (véase el cuadro 5), con 7.6 y 3 millones de hectáreas, respectivamente. Pero en estos casos se trata de superficies de pastoreo extensivo que en su producción de masa biológica no son comparables con las áreas agrícolas arables.
En Estados Unidos la superficie orgánica creció de 370 000 a 900 000 hectáreas en sólo 10 años. En Europa, el proceso de conversión ha sido mucho más espectacular, gracias a las favorables políticas gubernamentales de apoyo a esta agricultura. Así, la superficie orgánica europea creció de 111 000hectáreas en 1985 a casi 3.7 millones en 2001, lo que equivale a más de 2% de la superficie agrícola total y a 1.5% del total de las granjas (130 000).[2] México ocupa el décimo quinto lugar, con casi 103 000 hectáreas.
Entre los países en los que ha crecido más de 25% por año la superficie destinada a cultivos orgánicos se encuentran Italia, España, Finlandia, Argentina, Dinamarca, Australia y el Reino Unido (véase el cuadro 5). Son siete las naciones cuya superficie orgánica rebasa 5% de su área total cultivada: Liechtenstein, con 17%; Austria, con 8.4%; Suiza, con 7.9%; Finlandia, con 6.8%; Italia, con 6.5%; Suecia, con 5.6%, y Dinamarca, con 5.5 por ciento.
El apoyo gubernamental ha sido uno de los principales motores para la reconversión a la agricultura orgánica en todos estos países. Un estudio sobre la Unión Europea mostró que entre los principales factores para la adopción de este sistema de producción están las muestras de apoyo por parte del gobierno, la remoción de barreras institucionales, el acceso a la información de los productores, así como el interés por parte de los consumidores y la industria de alimentos.[3]
Dinamarca fue el primer país en establecer, en 1987, una política activa de fomento de la agricultura orgánica; Alemania utilizó el programa de extensificación con este mismo propósito y hoy por hoy todos los países de la Unión Europea, excepto Luxemburgo, instrumentan políticas de apoyo a este sector conforme el programa agroambiental de la Unión Europea. Casi todos los países de ese continente otorgan subsidios (pagos) directos a sus productores orgánicos. La Unión Europea apoya a 63 000 empresas en 1.3 millones de hectáreas, con casi 250 millones de dólares.[4]
Otras formas de ayuda a los productores orgánicos por parte de los gobiernos son los apoyos financieros para la inspección y la certificación. En Austria, Alemania, Dinamarca, el Reino Unido, Italia y Suiza se tienen montos específicos para estos rubros (véase el cuadro 6). En países como Finlandia, Francia, Luxemburgo y la República Checa los productores reciben apoyo indirecto mediante las agencias de inspección y certificación o entidades nacionales de certificación que ofrecen costos reducidos a los productores.
En algunos estados de Estados Unidos dos terceras partes del costo total de la certificación las absorbe el gobierno mediante subsidios, aparte de que los productores tienen la opción de elegir a una certificadora estatal que tiene costos muy bajos.
Las políticas de apoyo más avanzadas se instrumentan en Dinamarca, Finlandia, los Países Bajos y Francia, países que han formulado planes de acción para esta agricultura. Los planes suelen tener metas específicas de crecimiento del sector y presentan propuestas dirigidas a resolver los problemas y las iniciativas para lograr la participación de las autoridades locales y regionales y de un mayor número de productores.
No obstante, en algunas regiones los apoyos por superficie han sobreestimulado la producción, con la consecuente sobreproducción y efectos negativos en los precios pagados al productor y la rentabilidad de las empresas.
En el caso de México aún no se cuenta con una política bien definida en la materia, aunque los instrumentos de la Alianza para el Campo se pueden dirigir a la producción orgánica. De contarse con ésta, México podría generar una estrategia sustentable de desarrollo para las áreas rurales del país, ocupar una buena posición en una parte importante del mercado internacional y desarrollar el mercado interno de productos orgánicos. De no atender pronto esta situación, México mantendrá una desventaja competitiva en el mercado mundial y perderá una opción de desarrollo.
Por último, es importante insistir en que la agricultura orgánica, a pesar de sus altas tasas de crecimiento y los apoyos para su desarrollo no va a sustituir la agricultura convencional en un lapso previsible, por limitaciones en la adaptación de las empresas y el bajo poder de compra de estratos importantes de la población. De hecho, la agricultura orgánica ha encontrado un ambiente más propicio en los países desarrollados, donde los presupuestos gubernamentales permiten su fomento. La lenta evolución en las naciones en desarrollo es resultado del retiro de los gobiernos de su función de fomento. Sin embargo, en la búsqueda de opciones de producción e ingreso, la producción orgánica para la exportación a los países con mayor demanda ha sido una alternativa viable.
Notas
[1] Helga Willer y Minou Yussefi, op. cit., p. 24[2] Ibid., p. 69.[3] Nicolas Lampkin, “Organic Farming in the European Union. Overview, Policies and Perspectives”, ponencia presentada en la conferencia Farming in the European Union Perspectives for the 21st Century, Baden, Austria, 1999, p. 4.[4] Nikolas Lampkin et al., “Entwicklung und polítische Rahmenbedingungen des ökologischen Landbaus in Europa”, Agrarwirtschaft, vol. 50, núm. 7, 2001, p. 392.
** El presente texto forma parte de un artículo titulado "México como abastecedor de productos orgánicos" (en formato PDF) . Este artículo apareció en "Comercio Exterior" volumen 53, no. 2; febrero de 2003; pp. 128-138.
Ver artículo original en: http://www.vinculando.org/